Como ya os comenté en el anterior post, después de visitar los mercados de la parte francesa, decidimos ir a conocer los mercados de la zona alemana. Os aconsejo Gengenbach un pueblo que es una monada.
Nosotros ya conocíamos Gengenbach así que dudábamos entre Badem-Badem o Friburgo, al final nos decantamos por Friburgo porque ni mis pares ni nosotros lo conocíamos y me habían hablado muy bien.
Para llegar a Friburgo contad con 1 hora en coche, la verdad es que la carretera es buena, ya han acabado las obras y se circula bastante bien.
- Entrada ciudad
- Plaza catedral
- Marche Noel
- Plaza catedral
Llegamos a la hora de comer y dejamos el coche aparcado cerca del teatro de Friburgo, muy céntrico a 10 minutos andando del centro. ¡Mucho cuidado! fuimos un domingo y no pensamos que fuera de pago y cuando regresamos nos encontramos una bonita multa de aparcamiento.
Una vez aparcados, nos dirigimos hacia el centro dónde se encuentra el mercado de Navidad y la catedral. Buscábamos un restaurante y empezamos a preocuparnos un poco cuándo empezamos a ver que todos estaban completos o ya cerrando. Al final conseguimos comer en un restaurante italiano en pleno mercado de Navidad, la verdad es que la comida no estuvo mal (para los niños una delicia) pero fue una pena porque luego visitamos la plaza de la catedral y vimos varios restaurantes más típicos alemanes con muy buena pinta.
Desde el restaurante fuimos a visitar la catedral, hacía frío y los niños estaban protestones así que tampoco quisimos darles mucho trote. Lamentablemente la catedral estaba cerrada así que no pudimos visitarla, lo que sí hicimos fue subir al campanario es una subidita de muchos escalones pero merece la pena ir por ver las impresionantes vistas de la ciudad y de la selva negra. Si os cansáis mucho u os da miedo las alturas no os lo aconsejo. La entrada vale €2 euros y se paga arriba así que podéis subir un poco, cotillear y luego bajaros.
La plaza de la catedral «Munsterplazt» es preciosa, amplia, con casas alemanas decoradas y muchos restaurantes.
Os aconsejo también que os acerquéis a ver la «entrada» de la ciudad, un arco precioso en el que se encuentra «escondido» el restaurante preferido de mis hijos: el Macdo.
Después de visitar un poco la ciudad nos acercamos al marché de Noel que estaba a rebosar, me pareció más variado y con unos precios más asequibles que los mercados franceses aunque la sensación de «agobio» del mercado de la plaza Broglie era la misma. Lo que sí me pareció peor es que aquí tienes que devolver el vaso en el mismo sitio dónde compraste la bebida porque son diferentes, me parece mucho más sencillo lo que hacen en Francia que te permiten devolver los vasos dónde quieras.
Como en el mercado hacía un frío que pela, antes de ir a casa entramos en una cafetería a tomar un buen café caliente y un trocito de tarta «selva negra», muy rica.
Me han dicho que hay un tren funicular que sube a una montaña desde la que se ve todo Friburgo, la verdad es que nosotros no fuimos porque a las 16 ya era de noche pero tenemos que repetir para subir a la montaña porque las vistas de la selva negra deben ser magníficas.